María no es solo una cava: es un gabinete de secretos, un escenario íntimo donde el ritual de servir se convierte en arte. Su fachada, como un mural de arquitectura imposible, despliega un juego de arcos y escaleras que invitan a imaginar mundos interiores. Su charola extraible se desliza como una pausa elegante, ofreciendo un gesto de hospitalidad silenciosa y refinada. María no almacena: atesora. Es una pieza que transforma el acto cotidiano en ceremonia, donde cada copa, cada botella, encuentra su lugar en un universo de orden poético y belleza contenida.